«Cuando mataron a Jaime Garzón admití que no podía regresar pronto,  conseguí una mesa de trabajo grande, alé la pluma y comencé a escribir  este libro. Al terminarlo comprendí agachando la cabeza en señal de  profundo respeto que el drama de mi exilio, a pesar de sus dolores, es  un pálido reflejo de la auténtica tragedia que viven a diario millones  de colombianos desterrados, exiliados en su propio país. Creo, con  ellos, que sólo un acuerdo político profundo permitirá echar las bases  de una verdadera democracia; la guerra no tendría resultado distinto a la dictadura de los vencedores». Alfredo Molano