Vivimos tiempos que se caracterizan por el aumento de la sensibilidad social sobre la necesidad
de atender la diversidad de nuestras aulas y, con ello, el deseo de promocionar una respuesta
educativa de calidad, entendiendo que la calidad no puede disociarse de un enfoque
centrado en aportar una atención a los alumnos en un contexto normalizado y de inclusión,
pero que al tiempo contemple una respuesta rigurosa a las diferencias individuales que presentan
los alumnos.