Una de las ironías peculiares de la historia es que no haya límites para el malentendimiento y la deformación de las teorías, aun en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo
más definitivo de este fenómeno que lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas.
Se hacen continuas referencias a Marx y al marxismo en la prensa, los discursos políticos, los libros y los artículos escritos por estudiosos de las ciencias sociales y filósofos respetables; no obstante, con pocas excepciones, parece que los políticos y periodistas jamás han echado siquiera una mirada a una línea escrita por Marx y que los estudiosos de las ciencias sociales se contentan con un conocimiento
mínimo de Marx. Aparentemente se sienten seguros actuando como expertos en este terreno, puesto que
nadie con prestigio y posición en el reino de la investigación social pone en cuestión sus ignorantes
afirmaciones.