Rafael Hinojosa era un hombre de principios férreos y valores básicos
y sencillos. Un hombre hecho a sí mismo, innovador, con gran
visión y un denominador común en los comienzos de las grandes
compañías: esfuerzo, tesón y determinación que se elevan como
valores irreemplazables para alcanzar el éxito. Los inicios de Hinojosa
son un ejemplo de la aplicación de estos valores, añadiendo la
suerte de quien es constante y la persigue, y sumando a todas estas
cualidades la más singular, que supone, sin duda, la capacidad
de anticipación al futuro. Rafael Hinojosa Sanchis fue un visionario
de las utilidades del cartón ondulado y su evolución hacia los embalajes, hasta llegar a
la aplicación de las técnicas de serigrafía que permiten personalizar el producto de cada
cliente en función de su necesidad.
Cada etapa de la historia de la compañía tiene su importancia, pero coinciden los estudiosos
de estos procesos en considerar que el peso del éxito se encuentra en los inicios;
no tanto por lograr integrarse en el mercado partiendo de la nada, sino por generar una
estructura de valores que se incardinan en la empresa, hacia el futuro éxito institucional.
Una trayectoria de 70 años en que los valores han ocupado un lugar prominente en
la historia de la empresa, hasta llegar a la tercera generación, el recorrido se ha hecho
también a la inversa. Los valores ya estaban presentes, como el ADN de Hinojosa; se han
convertido en hábitos, que han servido en la toma de decisiones espontáneas, casi innatas
y los hábitos han derivado en virtudes.
Las virtudes, por definición buenas, que ha cultivado siempre Rafael Hinojosa S. A. y
ahora el Grupo Hinojosa que lo conforman 13 plantas de producción, con más de 1000
profesionales que la respaldan y una facturación superior a los 300 millones de euros.