Brillante y oscura, El hijo judío es una delicada arqueología de la obstinación de un niño que reclama la atención de sus padres. Una descarnada confesión de las múltiples coartadas para ganarse un espacio de aprobación en la conflictiva escena familiar. Un pequeño tratado sobre el exceso de amor y, paradójicamente, sobre el desamor. Y es, también, la lograda proeza de narrar la niñez desde la mirada adulta.
Premio de la Crítica de la Feria del Libro.
Sin ceder a la idealización de la infancia ni al regodeo en el dolor ante la decadencia física y la muerte, Daniel Guebel disecciona, con belleza y desasosiego, su tempranísima conversión al sueño de la literatura como un acto de reparación.
«¿Qué pasa si un escritor tendente a los juegos de espejos se enfrenta a su propia vida, al trauma de una infancia que parece no admitir el acolchado de la literatura? El resultado es El hijo judío, un libro único e intenso, que practica un equilibrio que sabe imposible entre el rencor y la piedad. Con un emocionante, por vulnerable, "deseo de reconciliación".»
Carlos Pardo, Babelia
«Con El hijo judío, Daniel Guebel prueba una vez más que es -quizá con Aira- el escritor con mayor amplitud de registro de la literatura argentina, alguien capaz de pasar sin solución de continuidad de la invención más desenfrenada a la crudeza total del documentalismo autobiográfico. Guebel es nuestro Philip Roth: un escritor que cuando escribe no le tiene miedo a nada.»
Alan Pauls, Ñ
«Es una novela hermosísima y conmovedora. No se me ocurren adjetivos mejores. Es un texto breve, entre tierno y triste, escrito maravillosamente.»
Alejandra López, Redacción
«Guebel se mide con Kafka en términos de sufridos hijos judíos. La alternancia entre el recuerdo de un padre autoritario y omnipotente con el presente del hombre viejo, agónico y triste, conforma los pasajes más conmovedores del libro.»
Violeta Gorodischer, La Nación
«El hijo judío es la narración de la conversión de Guebel a la religión de la literatura. Un espacio de escape a los radares de la ley y la observación paternas. Un lugar para ver todo de nuevo.»
Demian Orosz, La Voz