La conciencia creciente del complejo triángulo (entre la imaginación filosófica, la investigación empírica y la reflexión epistemológico-metodológica) en que la teoría social se construye, no a partir de otras teorías, sino en la práctica de investigación, nos pone frente a la dificultad y la peculiaridad también de la traducción: la atención a la restitución de las particularidades de la lengua se redobla con la del vocabulario teórico y sus referencias, así como la del trabajo de campo con su contexto empírico y el
cuidado sobre los procesos de construcción de conceptos y modelos. Presentar una traducción supone entonces aportar a las ciencias sociales algunas prácticas de exégesis que son comunes en los estudios literarios -especialmente de literatura clásica-y filosóficos, aunque poco habituales en la restitución de textos de sociología (¡como si se tratara de una tarea menos compleja!) pero, al mismo tiempo, supone estar alerta sobre los efectos de desrealización y poner el aparato crítico al servicio precisamente de la historización
del texto y del descubrimiento del proceso concreto de investigación que éste comunica, con sus determinaciones y sus determinantes sociales incluidos. Esto es lo que intentaremos en las páginas que siguen, dentro del espacio con que contamos y, por supuesto, de nuestros conocimientos sobre las condiciones que rodearon la elaboración de los trabajos de los que tratamos de dar cuenta.